
Año - 1953
Duración - 140 min.
País - Francia
Director - H.G. Clouzot (Henri Georges Clouzot)
Guión - H.G. Clouzot y Jerome Geromini, basado en la novela homónima de Georges Arnaud
Música - Georges Auric
Fotografía - Armand Thirard
Montaje - Madeleine Gug, Etiennette Muse y Henri Rust
Producción - Raymond Borderie
Reparto - Yves Montand, Charles Vanel, Vera Clouzot, Peter Van Eyck, Folco Lulli, William Tubbs, Dario Moreno, Jo Dest
Productora - International Affiliates
Género - Drama, Aventuras, Thriller
H.G. Clouzot dirigió, y escribió junto a Jerome Geromini, este excelente trabajo basado en la novela homónima de Georges Arnaud, que consigue brillar en todos sus apartados. Una historia en la que Aventuras, Drama y Thriller van de la mano, excelentemente filmada e interpretada, que consiguió alzarse con la Palma de Oro en el Festival Internacional de Cine de Cannes, el Oso de Oro en el Festival de Berlín y el BAFTA, todos como mejor película. A su favor hay que decir que no ha perdido ni un ápice de fuerza, intriga y emoción con el paso de los años, algo de lo que pocas pueden presumir. Un regalo para los sentidos.
Sinopsis: Mario (Yves Montand) sobrevive como puede junto a su amigo Luigi (Folco Lulli) en un pequeño pueblo donde la pobreza campa a sus anchas y no hay ni siquiera apenas trabajo. La llegada de M. Jo (Charles Vanel), un hombre arrogante y fanfarrón que conoce al encargado de la empresa petrolífera estadounidense que trabaja en la zona, lo hace concebir esperanzas de conseguir un empleo, pero a la hora de la verdad, el único puesto que este ofrece a los trabajadores del pueblo es el transporte de una carga de nitroglicerina, necesaria para apagar el fuego que un accidente ha provocado en uno de los pozos, un trabajo muy bien pagado pero extremadamente arriesgado, por la precariedad de los medios para realizarlo y el difícil terreno por el que han de hacerlo.
El director: Henri-Georges Clouzot fue un director, guionista y productor de cine francés, nacido en Niort, el 20 de noviembre de 1907. Tras comenzar como guionista, debutó en 1933 con el drama Tout pour l'amour, que dirigió junto a Joe May. Su primer trabajo en solitario fue la brillante El asesino vive en el 21 (1942), tras la que filmó la magnífica El cuervo (1943), que fue tachada de colaboracionista, costándole cierta marginación en el cine francés. En su carrera nos ha dejado maravillas como En legítima defensa (1947), Manon (1949), Las diabólicas (1955), El misterio de Picasso (1956), Los espías (1957), La verdad (1960), Giuseppe Verdi: Requiem (1967) o La prisionera (1968), además de la que hoy nos ocupa. Cualquiera de ella merece la pena ser disfrutada, así que avisados quedan.
La película: El salario del miedo es, sin lugar a dudas, uno de los títulos mas completos del cine francés de todos los tiempos, hasta tal punto que, si no fuera por un par de detalles mejorables, se habría ganado la nota máxima que un servidor pueda ponerle a un trabajos, y créanme, no es algo que suceda muy a menudo. Entre las claves para conseguir llevarse los elogios de casi todos están su excelente retrato de sus personajes, un realismo poco común a la hora de mostrar la pobreza, la sensación de falta de libertad o la desesperación y la capacidad que tiene de generar una tensión que pocas veces me ha llegado a transmitir una película.
Vayamos por partes. El guión de H.G. Clouzot y Jerome Geromini es realmente soberbio, aunque a algunos pueda parecerle de un metraje excesivo, ya que alcanza las dos horas y veinte minutos de duración. Destacan en el dos partes bien diferenciadas, la inicial en la que se nos muestra a los diferentes personajes y la sensación de presidiarios con la que viven, que aún siendo tachada de excesivamente extensa por algunos, es para mi fundamental para preparar y cocer a fuego lento los ingredientes que harán brillar en todo su esplendor la segunda parte de la historia. La escena inicial, por poner un ejemplo, es de una maestría indudable a la hora de mostrar las condiciones en las que viven nuestros protagonistas, la miseria y la pobreza que campan a sus anchas.