Tres colores: Blanco (Three Colours: Blanc) - Krzysztof Kieślowski (1994)

Título original - Trois couleurs : Blanc
Año - 1994
Duración - 92 min.
País - Francia
Dirección - Krzysztof Kieślowski
Guion - Krzysztof Piesiewicz, Krzysztof Kieślowski
Música - Zbigniew Preisner
Fotografía - Edward Klosinski
Montaje - Urszula Lesiak
Producción - Marin Karmitz
Productora - Co-production Francia-Polonia-Suiza; MK2 Productions, CAB Productions, France 3 Cinéma, CAB Productions, Studio Filmowe TOR
Reparto - Zbigniew Bielawski, Julie Delpy, Janusz Gajos, Jerzy Stuhr, Grzegorz Warchol, Jerzy Nowak, Aleksander Bardini, Cezary Harasimowicz, Jerzy Trela, Juliette Binoche, Florence Pernel
Género - Comedia, Drama, Comedia dramática


Krzysztof Kieślowski escribe junto a Krzysztof Piesiewicz y dirige, la segunda de las películas dedicadas a los colores de la bandera francesa y a los ideales que estos representan. Un trabajo que aborda la igualdad desde un punto de vista muy particular, utilizando para ello un ejemplo tan conflictivo como actual, dejando muestras de nuevo de su enorme habilidad para tratar los temas mas groseros de la forma mas amable posible. Cine con alma propia que pretende despertar conciencias sin llegar a infligir daños innecesarios. Una delicia que pasa volando ante nuestros ojos.


Sinopsis - Karol (Zbigniew Zamachowski) es un inmigrante polaco casado con Dominique (Julie Delpy), una francesa a la que ama profundamente. Tras ella presentar una demanda de divorcio, debido a que él sufre un problema de impotencia supuestamente temporal, Karol se verá solo en las calles de la ciudad. Gracias a la ayuda de Mikolaj (Janusz Gajos), un compatriota que lo encuentra interpretando melodías de su Polonia natal en el metro, decidirá regresar a su país para intentar rehacer su vida.

El director - Krzysztof Kieslowski fue un director y guionista de cine polaco, nacido en Varsovia el 27 de junio de 1941. Criado en una familia modesta, intentó ser bombero, idea que abandonó para volver a sus estudios. En 1957, se inscribió en la Escuela de Cine y Teatro de Łódź. 

Tras realizar numerosos cortometrajes en la segunda mitad de los años 60, al comienzo de los 70 comenzó a trabajar en televisión, dirigiendo varios documentales y telefilms, sin dejar de realizar cortos. 

Su debut en el cine llegó en 1976 con La cicatriz, tras la que llegaron El aficionado (Amator) (1979), Sin fin (1985) y El azar (Cita a ciegas) (1987). A fines de los 80, realizó para la televisión una de sus obras más importantes: Decálogo, basada en la estructura de los Diez Mandamientos, en la que Kieślowski utilizó la religión para hablar del ser humano y de sus contradicciones morales. Cada capítulo tiene una duración aproximada de una hora. Su último trabajo con bandera polaca fue La doble vida de Verónica (1991), tras la que comenzó a trabajar en Francia, donde realizó su trabajo más importante, la trilogía Tres Colores, dedicada a los colores de la bandera francesa y a lo que representan, de cuya segunda película nos ocupamos en el artículo de hoy. Tras esto, decidió retirarse del cine. Falleció en 1996 de un ataque cardíaco en su ciudad natal.

La película - Tras la inolvidable Tres colores: Azul, de la que os hablamos en este artículo, hoy os traemos la segunda parte de la trilogía que el director dedicó a los colores de la bandera francesa y a los valores que estos representan. Su nombre es Tres colores: Blanco, simbolizando este blanco impoluto a la igualdad, un derecho tantas veces exigido cómo pocas veces respetado. Sin entrar en comparaciones odiosas, si me gustaría dejar claro que este nuevo trabajo nada tiene que ver con el primero, por lo que aunque pertenezca a la misma trilogía que Azul, poco o nada tienen en común, aparte de su realizador, claro está. Por otro lado, comentarles que es igualmente disfrutable que el anterior, poseyendo sus propias señas de identidad, además de la inconfundible firma de Kieślowski.


Lo primero que les aconsejo es no guiarse mucho por la parte de la ficha donde pone comedia, ya que comenzarían engañándose. Estamos mas bien ante una comedia dramática, aunque yo la definiría realmente como un drama con algunos toques cómicos que ayudan a suavizar algo su tono. El tema elegido por el realizador para hablar de la igualdad es la ruptura de una pareja, en la que mientras que uno de sus miembros sigue luchando por la relación hasta el último momento, el otro no solo no se limita a cumplir el trámite sin mas, sino que utiliza toda su maldad para regalar algunos de los mayores actos de humillación imaginables, con el contexto jurídico actual de fondo. Tema lo suficientemente peliagudo como para no tomárselo a risa, pero que el realizador trata de la forma mas humana posible.

Y es que si por algo se caracteriza el cine de Kieślowski es por tener la capacidad de poner los hechos sobre la mesa, sin juicios extremos ni tomar partido excesivo, empujando al espectador a utilizar su mente y su sentido común si de verdad quiere entender y disfrutar de su obra. Esto, que para mi y para muchos es un arte, no llega a llenar a parte del público, que corre el riesgo de quedarse en las primeras capas de la obra y no llegar a alcanzar ni de lejos la profundidad que posee. Es por ello por lo que les aconsejaba no esperar una comedia al uso antes de verla. Entre los elementos que no cambian de Azul, Kieślowski vuelve a escribir el guion junto a Krzysztof Piesiewicz (El Decálogo, En el Cielo, La doble vida de Verónica), un libreto que resumido puede parecer anodino y algo absurdo, pero que el se encarga de enriquecer con su particular forma de hacer cine. 

De nuevo vuelve a dejar la banda sonora en manos de Zbigniew Preisner (La doble vida de Verónica, El jardín secreto, Un lugar maravilloso), colaborador habitual del realizador, que aquí vuelve a demostrar el porqué de ello, regalándonos un conjunto de melodías populares representativas de la Polonia de nuestro protagonista, que se antojan fundamentales en el resultado final y en multitud de escenas que nos deja para el recuerdo. Entre las novedades están la fotografía, que en esta ocasión es obra de Edward Klosinski (El Hombre de Hierro, Melodía del Corazón, Europa), que siguiendo las indicaciones y necesidades del realizador, nos deja ese blanco impoluto en multitud de ocasiones, además de suaves referencias a las otras películas de la trilogía. El montaje es obra de Urszula Lesiak (Todo un invierno sin fuego, Khakestar-o-khak, Snowboarder), que si bien trabaja como asistente de montaje en las otras dos películas de la trilogía, en esta ocasión se hace cargo de su realización. 


Otra de las características de este trabajo es la enorme comunión que el realizador consigue inculcar entre el público y sus personajes, algo que no resulta nada sencillo. En el escueto reparto podemos destacar cuatro nombres: Zbigniew Zamachowski, que interpreta de forma brillante a Karol, un emigrante polaco que no encuentra su sitio en un país tan diferente como Francia, al que solo lo mantiene unido el amor que le tiene a la hermosa y fría Dominique, interpretada por Julie DelpyJanusz Gajos da vida a Mikolaj, la única persona que ayudará a Karol en sus peores momentos, comenzando con el una hermosa amistad, y Jerzy Stuhr hace lo propio con Jurek, un peluquero hermano de Karol, que lo acogerá y le ayudará a comenzar de nuevo en su Polonia natal. Personajes entrañables que son los que realmente dan sentido a la obra.

Conclusión - Resulta realmente complicado encontrar trabajos como Blanc, en los que tras su aparente simplicidad se esconda tal nivel de riqueza y tanta capacidad para llegar al espectador. Es curioso pero, me acabo de dar cuenta que mientras escribo estas líneas, una sonrisa se ha instalado en mi cara, recordando todo lo que esta obra es capaz de transmitir y regalar a quien la disfrute, algo que créanme, no resulta nada sencillo que ocurra. Es parte de los maravillosos universos creados por Krzysztof Kieślowski, en los que se insinúa en vez de señalar, invitando al público a formar parte activa de la obra en cuestión. Una delicatessen para los sentidos. 



Fuentes - Filmaffinity, IMDb, Wikipedia y Youtube

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